jueves, 27 de enero de 2011

Contraste eterno.


Paseando por mi ciudad, me quejo del contraste eterno que todos, parece, quieren borrar.
Contraste eterno, porque nadie dijo cuándo empezó ni cuando terminará. Distintos barrios de calles en diferentes ciudades; que, juntas, algunos se atreven todavía a decir que forman un país. Estoy cerca de perderme eternamente. Esta eternidad: una verdad, una realidad...
Un Mercedes Benz 280 E con el capó amarillo y las puertas negras, tapicería rajada y... ¿detrás? Es inevitable mirar. Rufianes y prostitutas; camellos, pobres desgraciados entrando por la puerta de atrás al centro de salud para morfina, el mono les ciega tanto que no son capaces de ver su reflejo ante un espejo; entre cartones y periódicos pasan las noches, entre cartones de vino y siendo titular en algún periódico pasan la mañana. ¿Vergüenza? Dudo que ya ni siquiera sientan. ¿Sometimiento o demasiada libertad? ¿Quién empezó esta eterna verdad? Un Ferrari California me deja sin poder oír. Pienso que no son las apariencias las que nos engañan, son las personas.

1 comentario:

  1. Es la economía la que nos engaña con falsos contrastes y disfraza a las personas. Es cuando nos alejamos de ésta que nos es posible ver los contrastes de la ciudad. Dejar de mirar al suelo por las prisas que nos impone el tiempo inexistente y levantar la mirada y mirar, que no es ver, y parar para admirar, un tesoro muy preciado al alcance sólo de muy pocas voluntades.

    Un beso preciosa,
    Maria Font

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