domingo, 20 de marzo de 2011

Verano...

Un verano que no prometía demasiado terminó siendo el más incoherente, depravado y real de la historia que supone mi vida.

A las cinco de la mañana un olor demasiado fuerte hasta para los más acostumbrados se apodera de mis nauseas para luego, freírse y mezclarse con lejía al hacer de lavaplatos. Sí, durante este verano estuve trabajando en un restaurante pesquero, sin licencias y ausencias higiénicas.
Entre tan poca higiene y lo torpe de mis sentidos, el juego que comenzaste entre cajas de pedidos terminó conmigo sentada en una caja de hojalata, acompañada de lo que iba a ser tu entrada.
Esa promesa de borrachos ilusos tuvo un mismo origen, los dos lo prometimos, la divergencia es que yo soy la que la ha cumplido.
Ese viaje a medida en el que invertí lo poco que gané, encajados en cuatro latas con ruedas más caras que los inexistentes asientos. ¿Mi acompañante? El billete que te compré.

1 comentario:

  1. Peor es que te dejen con el anillo de compromiso. Por cierto, nunca hay que tocar el anillo de un vínculo roto. Trae muy mala suerte.

    Buenas metáforas y evocaciones, buena aproximación a una historia realista. Tu concisión es tu mayor virtud narrativa.

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