NIÑO GRANDE...
Risas metidas en botellas de cristal derivan por el mar, sin rumbo aparente, sin ser temidas pero, temiendo no llegar a ninguna parte, se quedan en la orilla de cualquier lugar.
Arturo, con gafas de culo de vaso, rasgos franceses y pelo enredado juega con la arena, recordando el niño que nunca fue. Comienza a escuchar lo que supuso la calma y más tarde la añoranza. Arturo estaba en la orilla de cualquier lugar y, desesperadas, llegaron las risas.
Fijó su mirada en la botella que se acomodó en la orilla y la cogió. Observó que ningún mensaje llevaba pero, empezó a oír risas, risas marea
das, nerviosas y juguetonas. Miró a su alrededor y ni marinero ni sirena, ni padres ni niños... Entonces comprendió que aquella botella contenía lo más valioso de su vida, la esencia de la infancia perdida.
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