jueves, 13 de enero de 2011

Guión roto.

Paseo los minutos antes del estreno, entre bastidores, vestuario y polvos. Llego a mi camerino, ¿en la puerta? Un ramo de rosas amarillas sin remitente.
Mi costumbre es seguir el guión, forma parte de mi trabajo. De lo que no me doy cuenta es que muchas veces mezclo trabajo y vida. Y no me refiero a que adore el teatro y que sea mi vida sino que, a veces, cuando me levanto, me lavo la cara, desayuno, leo... sigo un guión, aburrido y siempre el mismo. Este color amarillo me tienta a saltarme las reglas, a dejar de seguir el guión. Oigo alguien que me dice que salgamos, el público está esperando. Cojo el carmín... y lo vuelvo a dejar para coger una toallita desmaquillante. Me quito los polvos y la ropa. Me tomo mi tiempo, me despeino y sin lavarme la cara, me sitúo tras el telón. ¿Una banda sonora perfecta? La que forma el silencio, los nervios y la expectación. Mis compañeros miran extrañados lo que hago y puedo escuchar lo que me preguntan en silencio. ¿Qué cojones está haciendo? ¡Lo va a joder todo! ¿Estás borracha? ¿Loca?
Armada sin zapatos, sin ropa, me desnudaré ante el público.
Todas esas preguntas, literalmente, se abalanzan sobre mí. Empieza a abrirse el telón y lo primero que se ve es a mis compañeros intentando llevarme. Empieza mi actuación. Como una loca comienzo a gritar y consigo escapar. Salgo corriendo por el escenario riendo y saltando. Dirigiéndome a quien me escuche: ¿Seréis capaces de vivir sin un guión?-Yo misma contesto con una aparente tristeza- Porque yo no... ¿Me prometéis guardar un secreto? -A lo que contesto- Hoy me arriesgo a un doble o nada, pero necesito decir lo que siento. Tomo aire. Lo siento por el hombre que llora al verme actuar, ese hombre que me espera despierto para coger mi pelo al vomitar... digo que lo siento porque no es él al que quiero. El mismo día que me ofreciste tu mano para levantarme alguien más me la ofreció, del sexo opuesto. Quizá esta confesión suponga perderlo todo, pero esta mentira no puede seguir. ¿Si pudiera elegir?... ¡Sara! ¡Sara! ¿Estás aquí? El foco enfoca una butaca vacía. Alguien sale impulsado por la vida, por un impluso, por una razón... El pasillo central es su escenario. Tengo que darle al público lo que quiere. ¡Espectáculo! ¡Qué vida!
La beso como si fuese la última vez y la abrazo... No puedo oír lo que dice el público, mi corazón no me deja. Abro los ojos y veo como la silueta de aquel hombre escapa por la misma puerta por la que entró. Esto me lo guardo para mí porque se supone que ese hombre nunca existió en mi guión. ¿Puede que tuviera una vida?

3 comentarios:

  1. soy incapaz de darte una respuesta filosófica como las tuyas que tanto molan, pero aqui sobran las palabras para decirte que sabes como hacer una buena rayada made in alicia´s head. me da ganas de trabajar contigo, mas que trabajar, pasárnoslo bien con lo que sabemos hacer. =)

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  2. Esto es una proposición indecente? xD

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  3. ¡A quién se le ocurre regalar un ramo de flores amarillas a una actriz en su camerino!. Sólo faltaría que en la tarjeta estuviera escrito: Buena suerte. Claro, luego pasa lo que pasa.

    Aparte de esto, el relato está bien, aceptando la situación extrema que se nos presenta.

    Supongo que cualquier asistente al teatro hubiera dado por bien gastado su dinero ante semejante espectáculo.

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