Estoy a la altura del segundo banco con la cámara esperando el primer paso. Los murmullos comienzan a ser la banda sonora de esta boda. ¿O mejor llamarlo funeral? Porque la Magia de esos días sin ser encadenados; la No Rutina de cada día; la Inseguridad de la Flor a la que le quitas los pétalos para que decida si me quiere o no; la Sorpresa de verte cada mañana aquí, cerca de mi... Todos estos van a irse a otro lugar una vez esa alianza toque mi alma.
La novia llega al altar y el novio susurra con tristeza lo bella que está. Ella intenta no llorar. Se ahoga en su intento y llega el momento. ¿Querrás a Ainara bajo...? Todo se sumerge en el silencio, ahora solo existen sus miradas, llenas de lágrimas...
Pasaron los años y el brillo no se va. Pero este brillo no es de felicidad, es el brillo del anillo reflejado en los ojos llorosos de Ainara...
¡Qué perspectiva más ominosa del matrimonio!. Aunque siempre he sostenido que quien se casa sólo con amor, lo tiene difícil. La vida en pareja precisa de otros factores.
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