Apoyada en el quicio de la ventana. Tras de mí, una habitación con la puerta entornada y alumbrada con la luz de la vela del sabor que más te guste.
Doy otra calada a mi cigarro y miro, entre el humo que exhalo, la monotonía de árboles que endulzan cada estación, tiñendo de color las calles durando el paso del tiempo... Pocos coches pasan y personas... ¿Dónde están? Descansando, abasteciendo los instintos, disfrutando de una buena película, del placer de leer, de escrutar el cielo con miopía o en una ciudad con "poca" contaminación lumínica... ¿Qué más da? De lo que me doy cuenta es de que no sé qué haríamos si los semáforos decidieran descansar...
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