No hay nada tan descarado como la mirada de una gitana, cual radiografía penetran en ti y realizan un análisis fotointerno* de tu ser. Lo mejor de todo es que mientras que hacen todo esto tu quedas encandilado como un bobo. Porque será descarada, maleducada, ruda... pero el sabor que te queda es: el duende de la profundidad, la pillería de sus mentes, la belleza del silencio.
Afortunadamente, ese tipo de mirada no está reservada a una gitana. Se puede encontrar en las personas más inesperadas: labriegos, catedráticos de universidad, madres, incluso niños. Sólo hay que estar atento y abierto para encontrarlos.
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