Ir al colegio es algo que vemos como una tarea costosa, siendo este hecho algo poco inteligente por nuestra parte. ¿¡Nos quejamos de tener que madrugar y de tener que aprender?! No voy a enumerar una serie de razones propias de una reivindicadora de poca monta que escupiría la última de las charlas que le dio un misionero cualquiera. Me limitaré a dar las gracias a aquellos profesores que hacen posible eso que un par de hipócritas califican como: ¡Qué pereza! ¡Qué porquería! ¡Yo, paso! ¿¡Para qué estudiar!?
Gracias a aquellas personas con pasiones, con vidas anteriores, presentes y posteriores, que intentan transmitir, cada uno a su manera, aquello que conocen mejor que nadie. Está claro que cada uno tiene su estilo en esto de dar clase, unos lo hacen por puro placer de enseñar y nunca dejar de aprender; otros, simplemente se limitan a existir en un aula con mucha inseguridad. Una inseguridad escondida tras golpes y comentarios poco apropiados. Otros buscan un salario, poniendo poca pasión en su trabajo e importándoles poco lo que pueda ser de aquello que digan o dejen de decir en ese lugar al que llamamos aula. (¿Estos últimos? ¡Parece que se empeñan en seguir el ejemplo de los Sofistas!)
Señores profesores, muchas gracias por mostrarnos vuestros conocimientos, por darnos las herramientas que nos ayudaran a ser personas en un futuro, en definitiva, por hacer vuestra tarea.
Y este texto, junto con otros, son los culpables de que haya dejado en blog un poco desierto últimamente. ¿La directora del Periódico virtual del colegio? ¡Presente!
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